Esta es la primera parte de una reflexión por Bastián Torres Durán, miembro del MEC de Chile que estuvo en la Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en Busan, Corea en octubre y noviembre del 2013.
Entre el 21 de octubre y 10 de noviembre participé en Corea del Sur- específicamente en Busan-- en la Décima Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias. El lema para este encuentro era “Dios de la vida, llévanos a justicia y paz”.
La historia está llena de momentos de encuentro, y de lugares dedicados para ello. El ecumenismo no es algo nuevo, no es algo que la sociedad contemporánea haya inventado o desarrollado. Al contrario, el mismo término nos indica que ya los griegos (y de seguro otras culturas antes) ya entendían a su mundo como una gran casa habitada o una casa en la que todos podían vivir. Las asambleas del CMI son la continuación del cristianismo entendido y valorado por su diversidad. La riqueza- o problemas para algunos- de la cristiandad es, precisamente la diversidad en todas sus manifestaciones, desde temas de fondo hasta temas de forma.
Mi participación como “Steward” (o Ujier en español) está enmarcada dentro del Programa de Jóvenes del CMI. De esta manera, días antes de comenzar la Asamblea arribamos a Busan para participar en Talleres Bíblicos relacionados con los grandes temas centrales de ésta: Verdad, Reconciliación y Ecojusticia. Ver a tantos jóvenes conscientes de sus diferencias culturales o litúrgicas, pero respetuosos de las mismas, ha sido una de las experiencias más significativas que en un amante de la Docencia e Historia, como yo, puede aspirar a tener. Fue vivir lo que en tantos libros de la Antigüedad y de la Historia Clásica se describe. El viaje a un lugar desconocido, el asombro por las diferencias del otro u otra, estuvieron presentes de principio a fin; pero también comprobé en persona que el ser humano siempre encuentra la manera de comunicarse, de hallar lugares comunas o puntos de encuentro en las diferentes cosmovisiones. Sin embargo, lo verdaderamente sorprendente y maravilloso se da cuando aprendemos a vivir y a convivir gustosos de las diferencias; es allí donde la humanidad cobra sentido y con ella la verdadera gracia de vivir en comunidad.
Párrafo aparte merece la labor de la FUMEC, no sólo en perspectiva latinoamericanista sino que también mundial. El aprendizaje se torna verdaderamente significativo cuando se pone al servicio del prójimo, de la comunidad en general. Veo en FUMEC un espacio (sino el único, uno de los más históricos) para que jóvenes deseos de reflexionar y repensar el mundo heredado, decidan hacer carne las ideas en pos de una sociedad más justa en toda su expresión.
El desafío, a dos semanas de haber retornado, es contextualizar y socializar lo aprendido. Es trabajar, en definitiva, para la construcción de una gran casa en la que todas y todos puedan vivir y convivir abundantemente. De seguro el Dios de la vida nos quiere llevar a justicia y paz; mas también es nuestra tarea conservarla. No puede haber paz sin justicia, y sólo seremos justos cuando demos a cada quien lo que es suyo.
Bastián con los otros "Stewards" de América Latina |
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